martes, 7 de febrero de 2023

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lunes, 30 de enero de 2023

Leyendas

 

1. El callejón del beso

Cuenta la leyenda que Carmen era una joven hermosa y cariñosa que vivía con su intransigente padre. Carlos era un apuesto galán humilde dedicado a cumplir con su trabajo.

Un día, por casualidad, Carmen y Carlos se conocieron y entre ellos surgió un lazo indestructible. Desde entonces, el joven se situaba bajo el balcón de la casa de Carmen, quien le respondía siempre con una sonrisa. Así pasaron semanas hasta que, más tarde, iniciaron una conversación.

Pasó el tiempo y los jóvenes planeaban un futuro juntos. Cuando menos lo esperaban, el padre de la joven se enteró de sus encuentros. Entonces, amenazó a su hija con recluirse en un convento. A pesar de esto, Carmen y Carlos decidieron continuar con la relación en secreto.

Carlos alquiló una habitación situada frente a la casa de su amada, donde podría hablar con ella de balcón a balcón. Un día, el padre de la joven les pilló besándose desde el balcón y, lleno de furia, clavó una daga a su hija y le quitó la vida. Desde entonces se conoce este lugar como Callejón del Beso.

 

2. La Llorona

Dice la leyenda que hace muchos años aparecía en Xochimilco la figura de una mujer vestida de blanco, la cual cruzaba las calles de la ciudad mientras lamentaba: ¡Ay, mis hijos!

Los habitantes de la ciudad decían que se trataba de una pobre mujer que había sufrido por un hombre que la había abandonado. Entonces decidió ahogar a sus hijos en un río y, arrepentida, intentó quitarse ella la vida. Pronto fue apodada como la Llorona.

Dicen que, a día de hoy, el espectro sigue apareciendo por las noches y recorre la ciudad con su vestimenta blanca. Aún hoy se puede oír su desgarrador lamento.

 

3. Sac Nicté

Dice la leyenda qeu Sac-Nicté era una antigua princesa cuando Mayapán, Uxmal y Chichén Itzá conviven como las grandes urbes de la cultura maya. Era una época en la que sus reyes habían hecho un pacto de paz y no existían los ejércitos. Cuando Canek tuvo 3 veces 7 años se convirtió en rey de Chichén Itzá y vió por primera vez a la princesa Sac Nicté teniendo ella apenas 3 veces 5 años. Desde ese momento, ambos supieron que sus vidas estarían destinadas a estar juntos por la eternidad. En cambio, Sac-Nicté había sido destinada por su padre, rey de Mayapán, para ser esposa de Ulil, un sub heredero del reino de Uxmal.

Faltando solo 37 días para la boda, un mensajero de Mayapán citó al príncipe Canek para invitarlo a la boda, a lo que respondió que no faltaría. Esa misma noche un enano viejo visitó a Canek y le susurró: “la flor blanca te espera entre las hojas verdes”, ¿vas a dejar que otro la arranque? Justo después, el enano desapareció.

En Uxmal todo se preparaba para la boda, la ciudad entera había sido decorada para la gran ocasión. Justo cuando Sac-Nicté estaba a punto de contraer matrimonio, Canek apareció con sus guerreros y se llevó a la princesa frente a la mirada de todos, dejando al príncipe Ulil plantado.

Este hecho terminó con la paz y Uxmal y Mayapán se unieron en guerra en contra de Chichén Itzá. Antes de que la guerra estallara, los habitantes del Chichén Itzá partieron una noche con la luz de la luna para salvar su ciudad. Cuando llegaron los enemigos de Uxmal y Mayapán se encontraron la ciudad de Chichén Itzá vacía, la cual decidieron incendiar. Desde entonces la ciudad quedó abandonada hasta nuestros días.

 

4. La dama enlutada

Cuenta esta leyenda que, al casi caer la medianoche, algunas personas fueron testigo de cómo un espectro femenino salió de la Catedral y puso rumbo hacia el norte de la ciudad. La mujer vestía de negro y, cuando llegó frente al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, atravesaba la calle y después desaparecía.

Esa noche, la enlutada cosechó varias muertes. Aquellos que la persiguieron fueron sus víctimas cuando escuchaban su tenebroso grito.

 

5. La china Hilaria

Cuenta la leyenda que, en la calle de la Alegría, hace muchos años vivió Hilaria Macías, conocida por todos como china Hilaria, ya que tenía el cabello muy rizado y hermoso.

Con el tiempo un hombre poco recomendable, conocido como el Chamuco, se enamoró de Hilaria. Esta no quiso corresponderle ya que sentía cierto rechazo, no solo a su aspecto, sino también a su personalidad. El cambio, el Chamuco insistía, primero con modestia, después con palabras soeces.

Hilaria comenzó a sentir miedo y decidió visitar al cura para que hablara con Chamuco. El padrecito le dijo al hombre que pidiera a Hilaria uno de sus rizos afirmando: “Si consigues alisarlo, en unos 15 días, te corresponderá”.

Chamuco siguió las recomendaciones del cura y, pasadas dos semanas, harto de querer enderezar el rizo, acudió a la magia negra. Asistió a un brujo que invocó al Diablo. Este le pidió su alma como recompensa y el Chamuco aceptó. Tras días y días de trabajo no pudo hacer nada.

Chamuco reclamó al diablo su falta de seriedad y este, enojado, se fue. Desde entonces, Chamuco quedo loco andando por las calles del encino atormentado. Cada vez que alguien le preguntaba cómo estaba, solo respondía: “De la china Hilaria”.

 

6. Leyenda de la flor de cempasúchil

Dice la leyenda que hace mucho tiempo existieron una niña llamada Xóchitl y un niño llamado Huitzilin.

Ambos crecieron juntos y pasaron mucho tiempo unidos durante la infancia, incluso, iniciaron una historia de amor durante la juventud. Un día, decidieron subir a lo alto de una colina, allí donde el sol deslumbraba con fuerza, pues sabían que allí moraba el Dios del Sol. Su intención era pedirle a Tonatiuh que les diera la bendición para poder seguir unidos. El Dios sol acepto y bendijo su amor.

Pronto, la tragedia llegó a ellos cuando Huitzilin fue enviado a participar en una batalla para defender a su pueblo y tuvo que separarse de Xóchitl.

Pasó un tiempo y Xóchitl se enteró de que su amado había fallecido en el conflicto. La muchacha sintió tanto dolor que le pidió a Tonatiuh unirse con su amado en la eternidad. El Dios del Sol, al ver a la joven tan apenada, decidió convertirla en una hermosa flor. Así que lanzó un rayo dorado sobre ella, entonces, creció en la tierra un botón que permaneció cerrado durante mucho tiempo.

Un día, apareció un colibrí atraído por el aroma de la flor y se posó sobre sus hojas. Fue entonces que la flor se abrió y mostró su color amarillo, como el mismo sol. La flor había reconocido a su amado Huitzilin, el cual ahora tenía forma de colibrí.

Cuenta la leyenda que mientras exista la flor de cempasúchil y haya colibríes, el amor de Xóchitl y Huitzilin vivirá por siempre.

 

7. El autobús fantasma

Cuenta la leyenda que, en una vieja y peligrosa carretera que unía Toluca con Ixtapan de la Sal, un autobús circulaba de madrugada de Ixtapan de la Sal hacia Toluca.

Todo iba bien hasta que comenzó a llover, momento en que el autobús tenía que tomar curvas muy peligrosas y pasar por un puente en el que solo cabe un vehículo.

De repente, los viajeros se asustaron al ver que el autobús había tomado más velocidad. El conductor se percató de que los frenos estaban fallando. Pronto, en una de las curvas, el autobús se precipitó al vacío dejando víctimas y sin sobrevivientes. El autobús número 40 se incendió y jamás llegó a su destino.

Dice la leyenda que desde entonces, si transitas por esa carretera durante la madrugada e intentas subirte a un autobús, posiblemente sea el número 40. Si subes al autobús, no deberás hablar en ningún momento. Antes de bajar, jamás deberás mirar hacia atrás en el autobús. Si lo haces no sobrevivirás.

 

8. La leyenda de los volcanes

Dice una antigua leyenda que los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, de los más altos de México, representan a una doncella y un joven guerrero Tlaxcaltecas. Iztaccíhuatl era la princesa más bella y se enamoró del guerrero Popocatépetl, uno de los más valientes de su pueblo.

Antes de partir a la guerra en la que los Tlaxcaltecas se encontraban inmersos frente a los aztecas, el joven guerrero pidió la mano de la doncella Iztaccíhuatl. El cacique le concedió su deseo, a cambio de que volviera sano y salvo del conflicto.

Mientras Iztaccihuatl esperaba el regreso de su amado, un rival de Popocatépetl engañó a la joven y le dijo que el muchacho había fallecido en la guerra. Entonces, la princesa murió de tristeza en poco tiempo.

Cuando Popocatépetl regresó victoriosos del combate, recibió la mala noticia. Durante días y noches el joven vagó por la ciudad pensando cómo podía honrar el gran amor que se habían tenido. Así fue como ordenó construir una gran tumba bajo el sol amontonando 10 cerros para levantar una enorme montaña.

Entonces, tomó el cuerpo de la princesa y la recostó en la cima de la montaña. Allí, la besó por última vez para después, con una antorcha humeante en la mano, arrodillarse a velar por su sueño eternamente.

Desde entonces permanecen juntos uno frente a otro y, con el tiempo, la nieve cubrió sus cuerpos convirtiéndolos en dos enormes volcanes.

 

9. Camécuaro, el lago de lágrimas

 

Dice una antigua leyenda que Huanita, princesa purépecha, se enamoró de Tangáxhuan, sobrino del fundador del Imperio Purépecha. Un día, Candó, un sacerdote, la secuestró y la recluyó en una yácata. Se dice que la princesa lloró tanto que sus lágrimas formaron un lago. De ahí que Cameruco signifique “lugar de la amargura oculta”.

Pronto Tangáxhuan, al enterarse de la noticia, fue al lugar donde estaba Huanita. Cuando vió a Candó le lanzó una flecha con su arco. La flecha se clavó en un sabino, el cual se partió y de allí se formó un manantial de agua verde.

Cuentan que las personas que se introducen en el lago de Camécuaro ven aparecer en sus aguas la figura de una mujer que intenta que se queden con ella para siempre.

 

10. Leyenda de la casa de las brujas

Cuenta la leyenda que el dueño de esta casa ubicada en Guanajuato vivía allí con su pequeña hija Susan cuando lo mandaron a la cárcel por cometer un delito.

Así, la niña quedó con sus tías, las cuales no la trataron nada bien. Las mujeres la encerraron en un sótano y no le proporcionaban alimentos. Días después, los vecinos aseguraban escuchar lamentos cuando fue hallado el cuerpo sin vida de la joven.

Se dice que en las noches de luna llena la casa se vuelve terrorífica, quienes transitan por ahí aseguran ver a una joven asomándose por una de las ventanas.

 

11. La novia del mar

Dice la leyenda que hace muchos años vivía en la ciudad de Campeche una hermosa mujer que solía pasear por la costa para ver las enormes embarcaciones que llegaban al puerto.

Una tarde, durante sus paseos, la joven quedó asombrada de un marinero y se enamoró perdidamente de él. Pronto, los encuentros eran frecuentes y se volvieron inseparables. Dicen que el mar sintió celos al ver que la joven ya no visitaba cada día la costa, ni tocaba el agua con sus dedos. Entonces, un día que el marinero zarpó, el mar transformó sus celos en ira y decidió separarlos para siempre. Su furia creó una enorme tormenta que hundió el barco donde viajaba el marinero. El joven nunca más regresó.

Desde aquel momento la mujer espera cada tarde en la playa. Siempre se verá en el malecón de Campeche, mirando hacia el mar.

 

12. La mulata de Córdoba

Cuenta la leyenda que, allá por el siglo XVII se fundó la ciudad de Córdoba. Allí llegó sola una mujer mulata muy hermosa. Todos los hombres quedaban prendados con ella a su paso. Pronto, su presencia en la ciudad comenzó a tener reacciones contrapuestas. Algunos la rechazaban, los supersticiosos decían que tenía un pacto con el diablo; que tenía poderes mágicos que le permitían estar en dos lugares al mismo tiempo.

Otros la veneraban porque decían que era una virtuosa en las artes de la medicina y era capaz de curar solo con hierbas.

Ante todos los rumores que se fraguaron, la Santa Inquisición no tardó en apresarla y enviarla al presidio de San Juan de Ulúa acusada de brujería. Allí esperaría al día de su muerte en la hoguera. En su celda, encontró un trozo de carbón y empezó a dibujar con todo lujo de detalles un barco en la pared. Una noche, mientras el carcelero de turno dormía, desapareció en la nave. Al día siguiente, se encontraron al carcelero con la razón perdida aferrado a la reja del calabozo vacío.

 

13. Popchón y Xulubchon

Cuenta la leyenda que, hace muchos años, los antiguos tzotziles predominaban en la región central y centro norte de Chiapas. Allí vivían felices, ya que tenían los suficientes recursos hídricos para nutrirse, bañarse y cultivar productos como el maíz y el frijol. También saciar la sed de sus animales.

En cambio, no siempre había reinado la prosperidad allí, dice la leyenda que existió una enorme serpiente acuática: Popchón. Este reptil tapó con su gran cabeza el cauce del río Grijalva, en el Cañon del Sumidero, esto provocó una creciente que inundó poblaciones cercanas.

Ante esta situación los vayijeltik , espíritus animales protectores de los tzotziles, unieron fuerzas para derrotar a Popchón, pero no pudieron. Después, recurrieron a la X´ob, alma del maíz, quien sí pudo acabar con la serpiente. Esto hizo que el agua del río siguiera su curso.

En este lugar, se dice, también había otra serpiente enemiga Xulubchón, quien se encargó de dividir montañas y cerros para que pasaran los arroyos. Xulubchón alteraba el cauce de ríos e invocaba tormentas para limpiar las aguas de los afluentes. Aunque, esta serpiente no tuvo un mal final ya que, según la leyenda, era la encargada de traer la lluvia al planeta.

 

14. El árbol del amor

Cuenta la leyenda que entorno a 1860 vivía una joven llamada Oralia en una casa señorial. Era una joven que contagiaba a todos su alegría de vivir. Juan era un humilde joven que se había enamorado en silencio de Oralia y soñaba con mejorar su situación laboral, pues sentía que su condición lo alejaba de la muchacha.

Por las tardes, cuando Juan salía de la mina se convertía en aguador, e iba a toda prisa para entregarle el agua a Oralia. Con ella, la joven regaba las plantas de su jardín, especialmente un árbol al que cuidaba con esmero.

Pronto, la muchacha también empezó a enamorarse de Juan. En cambio, había otro joven interesado en Oralia, Philippe Rondé.

Con el paso del tiempo Oralia se sentía confundida, ya que no podía decidirse por ninguno de los dos. Entonces, debía tomar una decisión.

La muchacha se sintió tan triste que rompió a llorar y se dirigió a su jardín. Allí un árbol que había sembrado hace años y que Juan había regado ya estaba muy grande. Oralia se sentó bajo su sombra y siguió llorando. Sus lágrimas regaban la tierra.

Pronto, las ramas del árbol se posaron en el regazo de la joven y empezaron a caer gotas de agua. Eran las lágrimas del árbol, que pronto se convirtieron en flores blancas. Entonces Oralia se decidió: debía quedarse con Juan.

Al día siguiente, Philippe Rondé le dijo a Oralia que debía volver a su país. La muchacha se sintió aliviada. Esa misma tarde, la muchacha fue a buscar a Juan a quién abrazó y besó.

Desde entonces, todos los enamorados zacatecanos querían sellar su afecto bajo aquel árbol que, con el paso del tiempo, fue talado.

 

15. La isla de las muñecas

Dice la leyenda que, allá por los años 50, un hombre llamado Julián Santana decidió recolectar todas las muñecas que aparecían en la zona del canal, después de que una joven muriera allí ahogada.

El hombre decía que había oído los lamentos de la muchacha y, desde entonces, decidió colocar allí las muñecas o partes de ellas que iba encontrando como supuesto símbolo de paz y protección, a fin de espantar a los espíritus malignos.

 

martes, 24 de enero de 2023

Cuentos

 

Cuento Hansel y Gretel: adaptación del cuento de los Hermanos Grimm

 

En una cabaña cerca del bosque vivía un leñador con sus dos hijos, que se llamaban Hansel y Gretel.

El hombre se había casado por segunda vez con una mujer que no quería a los niños. Siempre se quejaba de que comían demasiado y que, por su culpa, el dinero no les llegaba para nada.

– Ya no nos quedan monedas para comprar ni leche ni carne – dijo un día la madrastra –.  A este paso, moriremos todos de hambre.

– Mujer… Los niños están creciendo y lo poco que tenemos es para comprar comida para ellos – contestó compungido el padre.

– ¡No! ¡Hay otra solución! Tus hijos son lo bastante espabilados como para buscarse la vida ellos solos, así que mañana iremos al bosque y les abandonaremos allí. Seguro que con su ingenio conseguirán sobrevivir sin problemas y encontrarán un nuevo lugar para vivir – ordenó la madrastra envuelta en ira.

– ¿Cómo voy a abandonar a mis hijos a su suerte? ¡Son sólo unos niños!

– ¡No hay más que hablar! – siguió gritando –. Nosotros viviremos más desahogados y ellos, que son jóvenes, encontrarán la manera de salir adelante por sí mismos.



Pinocho 

 

Había una vez un carpintero llamado Maestro Cereza, era el artesano más anciano de la región y sus arrugadas manos eran capaces de hacer auténticas obras de arte con la madera. Pese a su avanzada edad, todos los días el Maestro Cereza subía a lo alto del monte a talar la madera que necesitaba para hacer sus trabajos.

Una fría mañana de invierno, Cereza encontró un extraño tocón de madera en medio de la espesura del bosque. Tenía un color maravilloso, casi parecía brillar. Además, frente al aspecto tosco y salvaje de los troncos de la zona, este parecía haber sido ya pulido y tratado con barniz. El anciano carpintero, lo ató a su espalda y se encaminó de vuelta a su taller, pensando en lo maravillados que quedarían todos los habitantes del pueblo al ver la mesa que podría tallar con esa madera tan espectacular.

Al llegar al taller, el maestro preparó rápidamente sus herramientas y cuando estaba a punto de cortarlo, el trozo de madera comenzó a hablar.

– ¡No me hagas daño, por favor!

El maestro carpintero pensó que estaba soñando, se restregó los ojos y agarró su punzón favorito. Muy despacio, colocó la punta sobre la madera y apretó un poquito…

– ¡Ay! ¡Ay! ¡No me pinches!

Asustado, Maestro Cereza pensó que era una buena idea deshacerse de él inmediatamente. Si se lo decía a alguien, pensaría que estaba loco; así que la dejó encima de la mesa y se puso su abrigo para salir a tomar el aire. Nada más abrir la puerta, chocó de bruces con su vecino Geppetto que estaba en la puerta.

El barrio donde ambos vivían era el lugar donde trabajaban y habitaban todos los artesanos de la madera. Allí había carpinteros, ebanistas, zapateros… Geppetto hacía zapatos y marionetas y esa mañana había acudido al Maestro Cereza para contarle un nuevo proyecto que tenía en mente:

¡Quería hacer una marioneta! Pero no una cualquiera, su títere sería el más grande de la ciudad, casi del tamaño de un niño de verdad.

Entonces, el Maestro Cereza vio la oportunidad de deshacerse de ese tronco de madera tan extraño. Se lo regaló a Geppetto y este, loco de contento, volvió a casa con el trozo de madera bajo el brazo, pensando en el nombre que le pondría al títere: «¡Lo llamaré Pinocho! ¡Ese nombre le traerá suerte!».

Cuando llegó a su taller, empezó a tallar, pero de repente…

– ¡Ay, me haces daño!-  dijo el trozo de madera.

Para su sorpresa, la pieza de madera estaba hablando a Geppetto. Por imposible que parezca, el hecho de que ese trozo de madera hablara, no le resultó inquietante. Cogió un paño, le pasó un poco de barniz por encima y le dijo muy tranquilamente:

– Voy a tallarte muy despacio, no vas a notar más que unas cosquillas.

El buen hombre, entusiasmado, continuó su trabajo: primero modeló la cabeza, el pelo y, luego, los ojos que inmediatamente comenzaron a mirarlo.




Cuento El Patito Feo: adaptación del cuento de Hans C. Andersen

 

Era una preciosa mañana de verano en el estanque. Todos los animales que allí vivían se sentían felices bajo el cálido sol,

en especial una pata que de un momento a otro, esperaba que sus patitos vinieran al mundo.

– ¡Hace un día maravilloso!– pensaba la pata mientras reposaba sobre los huevos para darles calor-. Sería ideal que hoy nacieran mis hijitos. Estoy deseando verlos porque seguro que serán los más bonitos del mundo.

Y parece que se cumplieron sus deseos, porque a media tarde, cuando todo el campo estaba en silencio,  se oyeron unos crujidos que despertaron a la futura madre.

¡Sí, había llegado la hora! Los cascarones comenzaron a romperse y, muy despacio, fueron asomando una a una las cabecitas de los pollitos.

– ¡Pero qué preciosos sois, hijos míos! – exclamó la orgullosa madre-. Así de lindos os había imaginado.

Sólo faltaba un pollito por salir. Se ve que no era tan hábil y le costaba romper el cascarón con su pequeño pico. Al final también él consiguió estirar el cuello y asomar su enorme cabeza fuera del cascarón.

– ¡Mami, mami! – dijo el extraño pollito con voz chillona.

¡La pata, cuando le vio, se quedó espantada! No era un patito amarillo y regordete como los demás, sino un pato grande, gordo y negro que no se parecía nada a sus hermanos.

– ¿Mami?… ¡Tú no puedes ser mi hijo! ¿De dónde habrá salido una cosa tan fea? – le increpó – ¡Vete de aquí, impostor!

Y el pobre patito, con la cabeza gacha, se alejó del estanque mientras de fondo oía las risas de sus hermanos, burlándose de él.


Cuento Los tres Cerditos: adaptación del cuento popular

 

Había una vez tres cerditos que vivían al aire libre cerca del bosque.

A menudo se sentían inquietos porque por allí solía pasar un lobo malvado y peligroso que amenazaba con comérselos.

Un día se pusieron de acuerdo en que lo más prudente era que cada uno construyera una casa para estar más protegidos.

El cerdito más pequeño, que era muy vago, decidió que su casa sería de paja. Durante unas horas se dedicó a apilar cañitas secas y en un santiamén, construyó su nuevo hogar. Satisfecho, se fue a jugar.

– ¡Ya no le temo al lobo feroz! – le dijo a sus hermanos.

El cerdito mediano era un poco más decidido que el pequeño pero tampoco tenía muchas ganas de trabajar.

Pensó que una casa de madera sería suficiente para estar seguro, así que se internó en el bosque y acarreó todos los troncos que pudo para construir las paredes y el techo. En un par de días la había terminado y muy contento, se fue a charlar con otros animales.

– ¡Qué bien! Yo tampoco le temo ya al lobo feroz – comentó a todos aquellos con los que se iba encontrando.

El mayor de los hermanos, en cambio, era sensato y tenía muy buenas ideas. Quería hacer una casa confortable pero sobre todo indestructible, así que fue a la ciudad, compró ladrillos y cemento, y comenzó a construir su nueva vivienda. Día tras día, el cerdito se afanó en hacer la mejor casa posible.

Sus hermanos no entendían para qué se tomaba tantas molestias.

– ¡Mira a nuestro hermano! – le decía el cerdito pequeño al mediano – Se pasa el día trabajando  en vez de venir a jugar con nosotros.


Cuento El Mago de OZ, adaptación del libro infantil

 

Dorothy vivía con sus tíos en una hermosa casa de madera en medio del campo, era una región poco poblada y muy árida. Como único compañero de juego tenía a Totó, un perrito revoltoso e inteligente.

Un día un terrible tornado apareció de la nada y se tragó por completo la casa y el granero. Dorothy y Totó, que estaban jugando dentro, se asustaron mucho al notar como la casa se despegaba del suelo. Al asomarse a la ventana y ver aquella enorme casa volando en círculos por todo el terreno, no podían creerlo. La casa se mantuvo girando dos o tres veces en el aire, pero luego comenzó a volar en silencio, arrastrada por el viento…

Estuvieron así varios días, incrédulos sin poder dejar de mirar por la ventana, hasta que la casa comenzó a subir y subir, hasta el punto en que solo podían ver nubes.

Pasaron varios días más hasta que, una mañana, Totó y Dorothy se despertaron con un ruido de madera que crujía. La casa estaba aterrizando sobre un hermoso césped de un verde brillante. Dorothy ya no tenía miedo y, empujada por la curiosidad, comenzó a salir poco a poco para mirar a su alrededor.

No había rastro de sus tíos, de la granja, de los demás animales ni de los vecinos… ¿Cómo volverían a casa? ¿Estaban muy lejos? ¿Dónde estaban?

Dorothy decidió que había que aventurarse en la espesura del bosque para tratar de encontrar la forma de volver a su casa. Quizás un leñador les podría indicar el camino… Así que eso hizo, junto a su amigo Totó, comenzó a caminar bosque a través.

Apenas habían recorrido unos metros cuando, en medio del bosque, la niña pudo divisar un extraño camino. Entre los arbustos y el césped cubierto de hojas, aparecían unas grandes baldosas amarillas, de un color parecido al oro, que se colocaban amontonadas: grandes, pequeñas y medianas, cuadradas y redondas, una a una iban conformando un serpenteante camino que se adentraba en el bosque.


Sin dudarlo, Dorothy comenzó a caminar sobre las baldosas, dando alegras saltos y canturreando; mientras que Totó, algo más prudente, olisqueaba bien ese curioso suelo.

Pasaron las horas sin ver a nadie. Cuando, a lo lejos, pudieron ver un espantapájaros que estaba justo al borde del camino. Se pararon a observarlo un rato y, para su sorpresa, el espantapájaros se quito el sombrero y dijo:

– ¡Buenas tardes!

¡Dorothy casi se cae del susto! Por su parte, Totó comenzó a ladrar y gruñir. ¿Un espantapájaros que habla?

– Perdona si te he asustado. ¿Tú también vas a ver al Mago de Oz?- preguntó el espantapájaros.

– ¿Quién es ese mago?- contestó Dorothy que aún no podía creer que estaba hablando con un espantapájaros de trapo.

– ¡Es el hombre más sabio y poderoso del mundo! Todo lo que deseas, él puede encontrarlo. Yo me dirijo a Oz para pedirle un cerebro, estoy cansado de tener la cabeza llena de paja.

Entonces, Dorothy supo que, si quería encontrar la forma de volver a su casa, aquel mago debía saber la forma de hacerlo. Decidió acompañar al espantapájaros, después de tener que separarle de Totó varias veces: en cuanto se descuidaba, el pequeño perro le mordía los tobillos de paja.

En el camino se encontraron con un hombre de hojalata que estaba sentado en una piedra poniendo caras raras.

– ¿Qué te sucede?- le preguntó Dorothy extrañada.

El hombre de hojalata, torció el labio y comenzó a hacer unos sonidos extraños que sonaban a lata hueca.

– Estoy triste- dijo. Había algo raro en su cara.

El espantapájaros, demostrando que en vez de cerebro tenía paja, dijo lo primero que pasó por su cabeza:

– No pareces triste, pareces más bien asustado, feliz, enfadado, alegre, aliviado y cansado… ¡Todo a la vez!

– Ese es mi problema- replicó el hombre de hojalata-. No tengo sentimientos, necesito un corazón para poder sentir de verdad.

Dorothy, Totó y el espantapájaros invitaron al hombre de hojalata a que les acompañara en busca del Mago de Oz. Así cada uno podría conseguir lo que quería.

De repente,  apareció un león en el camino. Todos se asustaron porque no se imaginaban que era el león más cobarde del mundo. Quería ser valiente, pero no sabía cómo hacerlo. ¡Hasta tenía miedo de su sombra!

El león estaba en mitad del camino. Caminaba distraído por él, olisqueando el suelo y parándose para lamerse las patas. De pronto, giró la cabeza y se quedó petrificado  al ver a Dorothy, a Toto y a sus nuevos amigos que estaban totalmente quietos y con cara de miedo.

El asustadizo león pensó que algo terrible debía de haber entre los matorrales (justo detrás de él) y, por eso, aquellas personas tenían esas caras de miedo. El espantapájaros volvió a decir lo primero que le pasó por la cabeza.

– ¡No nos comas leoncito, no nos comas! Y si quieres comer, que no sea a mí. Soy de paja y no tengo buen sabor.

– ¿Comeros yooooo?- preguntó el león muy extrañado-. ¡Si pensaba que había una bestia detrás de mí que nos iba a comer a todos!

La carcajada fue general, una confusión muy divertida.

– ¡Me siento alegre!- exclamaba el hombre de hojalata una y otra vez.

Pronto hicieron buenas migas con aquel león que les contó su problema para ser valiente. Así que juntos emprendieron el viaje al lejano reino de Oz para hacer sus peticiones al mago.

En dirección al castillo del mago, el paisaje se volvió cada vez más extraño y fascinante: curiosas flores y plantas gigantescas sonreían a los recién llegados. En un momento dado, en la cima de una montaña lejana, apareció un enorme castillo. ¡Allí vivía el Mago de Oz!

¡Por fin estaban llegando! Sólo tenían que caminar por la larga avenida de baldosas amarillas hasta llegar al castillo y pedirle al mago que cumpliera sus deseos.

Cuando llegaron a la puerta, antes de llamar, se prepararon para encontrarse con el Mago de Oz: Dorothy se peinó los rizos y pasó la mano por Totó para peinarle también, el león sacudió el polvo de su melena, el espantapájaros comprobó que tenía el relleno bien apretado y el hombre de hojalata se echó unas gotitas de aceite en las rodillas para no hacer ruido al caminar.

Una vez que entraron, encontraron a un anciano con una tierna mirada en su cara. Dorothy le contó toda su historia y, después de escuchar sus peticiones, el Mago decidió cumplirlas, dándole a cada uno lo que realmente quería:

Dorothy soñaba con abrazar a sus tíos de nuevo.

El hombre de hojalata quería tener un latido en el pecho que le hiciera sentir.

El león, tener el valor que se espera de él.

Y el espantapájaros quería tener inteligencia y no una cabeza llena de paja.

Totó también cumplió sus deseos : el Mago le concedió un enorme hueso inagotable para morder y relamerse una y otra vez.

Todos juntos celebraron que, pese al largo camino, habían conseguido lo que buscaban. La fiesta se alargó hasta muy tarde y Dorothy se quedó dormida abrazada a Totó.

Cuando despertó, estaba en su cama, en su casa y todo estaba en su sitio. Además, sus tíos le esperaban para desayunar. Dorothy se preguntaba si había soñado todo aquello hasta que al irse a calzar, vio que la suela de sus zapatos estaba teñida de amarillo. Fue a buscar a Totó que se encontraba en el jardín mordiendo un hueso gigantesco y, sin salir de su asombro, notó como unas cuantas briznas de paja caían de su cabeza.

~ FIN ~



Resumen de Bambi, el cuento original de Disney

El primer día de la primavera fue muy especial en el bosque porque coincidió con el nacimiento de un nuevo miembro de la comunidad. Todos los animales como la ardilla, el ratoncito, el conejo, la comadreja y los pájaros fueron a dar la bienvenida a Bambi, el tierno cervatillo recién nacido.

Era muy simpático, apenas se podía levantar con sus delgadas piernas y cuando lo hacía, se tambaleaba y caía… ¡Era hasta divertido verlo! Tenía dos ojos grandes que miraban todo con curiosidad y una piel de color marrón chocolate moteada con manchitas color canela. A medida que pasaban los días, Bambi fue creciendo y ya se podía mantener en pie, andar, saltar y correr. Le encantaba descubrir la naturaleza correteando por el bosque junto con el conejito Tambor, ambos eran amigos inseparables.

El invierno llegó una mañana y pilló a Bambi por sorpresa. Al despertar, se dio cuenta de que todo estaba cubierto de una manta de nieve, así que salió corriendo a jugar con sus amigos en el bosque. Estuvieron horas corriendo bosque a dentro, buscando siempre nieve fresca que ningún otro animal hubiera pisado… Cuando, de pronto, en la lejanía escucharon un ruido ensordecedor.

¡Pummmmmmm!

¡Eran cazadores! Esos seres humanos crueles habían disparado a la mamá de Bambi y se la habían llevado.

Bambi se quedó solo, muy triste y, aunque sus amigos trataban de estar cerca de él, no tenía ganas de jugar, ni de saltar ni de hacer nada. Los otros ciervos cuidaban de él, pero Bambi no entendía por qué aquellos hombres con ropas extrañas se habían llevado a su madre.

Por suerte el invierno acabó y las primeras flores de la primavera comenzaron a alegrar el paisaje.

Un día, Bambi estaba buscando algunas briznas de hierba fresca para comer, cuando apareció una cierva de color canela y manchas chocolate de entre lo matorrales, con unos ojos enormes que brillaban al contraste con el sol. Era la cierva más guapa que Bambi había visto en su vida y, en el momento en que ambos se miraron, quedaron enamorados.


La vida le sonreía de nuevo a Bambi, ahora salían a correr y dar paseos juntos, jugaban a perseguir a las mariposas o a nadar en la parte baja del río.

Pero, de nuevo, el hombre apareció en las vidas de Bambi y sus amigos. Una noche, otro grupo de cazadores apareció en el bosque con jaulas, trampas, llevaban unas lámparas para poder ver en la oscuridad y, accidentalmente, una de ellas cayó al suelo, quemando las hojas secas… Antes de marcharse, un incendio comenzó a propagarse desde lo más profundo del bosque y, en cuestión de minutos, los animales que allí vivían tuvieron que salir dejando atrás su hogar.

Bambi, haciendo gala de su valentía, ayudó a todos, grandes y pequeños, a salir de allí lo que le costó que una rama ardiendo golpeara una de sus patas y casi quedara atrapado en el fuego.

Cuando todo pasó, el bosque era un paisaje desolador, todo estaba quemado. Bambi conocía bien el terreno y pudo guiar a sus amigos a un nuevo lugar, donde nunca fueron encontrados por otros cazadores y pudieron vivir felices y tranquilos para siempre.

-FIN-


Cuento Blancanieves.

 

En un país muy lejano vivía hace muchos años una pequeña princesa, una niña muy bonita que tenía el cabello negro como el azabache, las mejillas de un rojo como la sangre y el cutis tan blanco como la nieve, por lo que todo el mundo la conocía como Blancanieves.

Tenía una madrastra que era una mujer bella, pero tan orgullosa y arrogante que no soportaba que nadie la superara en belleza. Por eso se pasaba todo el día mirándose al espejo y preguntando:

– Espejito, espejito mágico, ¿quién es la más hermosa del reino?

A lo que el espejo respondía:

– No hay ninguna duda. La más bella del reino sois vos, majestad. Era un espejo que siempre decía la verdad, por eso ella quedaba satisfecha.

Pero Blancanieves a medida que iba creciendo, lo iba haciendo también en belleza y cuando cumplió quince años era tan bella como la luz del día y más hermosa aún que la reina.

Un día ocurrió que cuando la reina le preguntó al espejo…

– Espejito, espejito mágico, ¿quién es la más hermosa del reino?

El espejo respondió:

– La reina es hermosa en este lugar, pero la linda Blancanieves lo es mucho más.

La reina se puso amarilla de la rabia y cada vez que veía a la bella Blancanieves sentía una terrible envidia.

Llegó un día en que la malvada madrastra no soportaba más su presencia. Entones, llamó a un cazador y le ordenó que la llevará al bosque para matarla. 


Cuento de Rapunzel adaptado para niños

 

Érase una vez una mujer llamada Anna que vivía infeliz porque, tras varios años de matrimonio, no había cumplido su gran deseo de ser madre. La falta de esperanza le hacía sentirse tan mal, tan deprimida, que llegó un momento en que todo lo que sucedía a su alrededor dejó de interesarle.

Ya no se le escuchaba canturrear mientras cocinaba su famoso pastel de carne, ni daba largos paseos las tardes de sol. Su día a día se limitaba a subir a la buhardilla y sentarse junto a la ventana a contemplar el jardín que su vecina, una bruja con fama de malvada, poseía al otro lado del muro que delimitaba su casa. Y así, entre suspiro y suspiro, en silencio y casi sin comer, pasaba las horas sumida en la más profunda de las melancolías.
Su querido esposo Robert, que la amaba con locura, estaba realmente preocupado por su salud y se sintió en la obligación de darle un toque de atención.

– Querida, no puedes seguir así. ¡Tienes que animarte un poco o acabarás enfermando!

La mujer parecía ausente, como si alguien le hubiera robado la fuerza necesaria para vivir.

– Anna, por favor, te estoy hablando muy en serio. ¡Reacciona!

Las palabras de Robert hicieron cierto efecto; Anna, con la mirada fija en el cristal, levantó el dedo índice y balbuceó:

– ¿Ves aquellas flores que crecen en el jardín de la bruja Gothel? ¿Las de color azul intenso?

Robert miró a lo lejos y asintió.

– ¡Claro que las veo! ¿Por qué lo dices?

– Tan solo una infusión hecha con sus raíces podría sanar el enorme dolor que habita en mi corazón.

El hombre se angustió al pensar que debía invadir una propiedad que no era suya, pero también era consciente de que, si quería salvar a su mujer, no le quedaba otra que armarse de valor e ir a buscar esas flores. Tragándose todos los miedos, le susurró:

– Tranquila, mi amor; esta misma noche prepararé esa bebida para ti.

El bueno de Robert aguardó pacientemente a que asomara la luna para salir al patio trasero y llegar hasta el muro. Amparado por la oscuridad trepó por él, descendió por el lado que daba al jardín de la bruja, y corrió hasta donde florecían las delicadas campanillas. Había tantas que en un pispás formó un bonito ramillete.

– Supongo que son suficientes, así que ¡manos a la obra!

Nervioso como una lagartija volvió sobre sus pasos y se fue directo a la cocina. Avivó el fuego para hervir las raíces, y lista la infusión, se la ofreció a su esposa.



Cuento La bella durmiente.

 

Vivían en un lejano país, hace muchos años, un rey y una reina que cada día se decían:

– ¡Ah, qué felices seríamos si tuviéramos un niño!

Un día que la reina estaba junto a un estanque, saltó una rana a tierra y le dijo:

– Tu deseo se verá realizado y, antes de un año, tendrás una hija.

Lo que la rana dijo se hizo realidad y la reina tuvo una niña. Era tan preciosa que el rey no podía ocultar su gran dicha, así que decidió dar una gran fiesta para celebrar el nacimiento de la princesa.

Invitó a sus familiares, amigos y conocidos, también a las hadas del reino para que fueran amables y generosas con la niña.

La fiesta se celebró con el máximo esplendor y las hadas obsequiaron a la niña con increíbles y extraordinarios regalos: la primera le regaló el don de ser la más bella; la segunda, el don de la bondad; la tercera, toda clase de riquezas… y así cada una de las hadas buenas iban regalando a la niña lo mejor que se puede desear en el mundo.

Cuando todas las hadas, menos la más joven, habían ya obsequiado con sus fabulosos regalos a la princesa, llegó un hada que no había sido invita y quería vengarse. 

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