martes, 10 de enero de 2023

Poemas

 Poema 1

¿Dónde me buscas, oh, servidor mío?

¡Mírame! Estoy junto a ti.

No estoy en el templo ni en la mezquita, 

ni en el santuario de La Meca,

 ni en la morada de las divinidades hindúes.

No estoy en los ritos y las ceremonias, 

ni en el ascetismo y sus renunciaciones.

Si me buscas de veras me verás enseguida, 

y llegará el momento en que me encuentres. 



Kabir dice:

Dios, ¡oh Santo!, es el aliento de todo lo que respira.


Poema 2

Inútil preguntar a un santo

cuál es la casta a que pertenece; 

puesto que los sacerdotes, los guerreros, 

los mercaderes y las treinta y seis castas de la India, 

todos aspiran igualmente a Dios. 

Hasta resulta una locura preguntar 

cuál puede ser la casta de un santo; 

barberos, lavanderas, carpinteros, 

todos buscan a Dios. 

El propio Raidas era un buscador de Dios. 

El Rishi Swapacha pertenecía a la casta de los curtidores.

Hindúes y musulmanes, 

también ellos alcanzaron el límite 

donde se borran todas las marcas diferenciales.




Poema 3

¡Oh, amigo! Espera en Él durante tu vida,

conoce durante tu vida, comprende durante tu vida, 

pues en la vida está tu liberación.

Si no desatas tus ligaduras durante la vida, 

¿qué esperanza de liberación tendrás en la muerte?

Creer que el alma se unirá a Él 

sólo porque haya abandonado el cuerpo, 

es una idea absurda. 

Si lo hallamos ahora, lo hallaremos luego. 

De lo contrario, 

permaneceremos en la ciudad de la muerte.

Si te unes a Él en el presente, lo estarás en la Eternidad.

Báñate en la Verdad; conoce al Maestro Verdadero; 

ten fe en su Nombre.






Poema 4

No vayas al jardín florido, no vayas, ¡oh, amigo!

En ti están el jardín y sus flores.

Inclínate sobre el loto de los mil pétalos, 

y contempla allí la Infinita Belleza.





Poema 5

¿Cómo podré, ¡oh, hermano!, renunciar a Maya?

Cuando deshice el nudo de mis cintas, 

todavía me quedó sujeto el vestido; 

cuando me quité el vestido, 

aún me cubrían el cuerpo sus pliegues.

Y así, cuando abandono mis pasiones, mi cólera persiste.

Y cuando renuncio a la cólera, aún queda la envidia.

Y cuando venzo a la envidia, 

todavía persisten mi vanidad y mi orgullo.

Cuando el espíritu se libera, arrojando a Maya, 

aún queda prendido en la letra. 


Kabir dice:

Óyeme bien, querido Sadhu: 

la verdadera senda no es fácil de encontrar.




Poema 6


La luna brilla en mi interior, 

pero mis ojos ciegos no pueden verla.

La luna está en mí, lo mismo que el sol. 

Sin que lo toquen, 

el tambor de la eternidad resuena en mi interior, 

pero mis oídos sordos no pueden oírlo.

Así, en tanto que el hombre reclame el yo y lo mío, 

sus obras serán como cero. 

Cuando todo amor del yo y de lo mío haya muerto, entonces es cuando se consumará la obra del Señor.

Que el trabajo no tenga otro afán que el conocimiento.

Alcanzado el conocimiento, déjese el afán. 

El afán de la flor es el fruto; 

cuando el fruto madura, la flor se marchita.

El ciervo contiene el almizcle, 

aunque no lo busca en sí mismo, 

sino husmeándolo en la hierba.



Poema 7


Cuando se revela a sí mismo, 

Brahma descubre lo invisible.

Como el grano está en la planta, 

como la sombra en el árbol, 

como el espacio en el cielo, 

como infinidad de formas están en el espacio, 

así, desde el más allá del Infinito, el Infinito viene, 

y el Infinito se prolonga en lo finito.

La criatura está en Brahma, 

y Brahma está en la criatura; 

son para siempre distintos, 

aunque estén para siempre unidos.

Él mismo es el árbol, el grano y el germen. 

Él mismo es la flor, el fruto y la sombra. 

Él es el sol, la luz y todo lo que se ilumina. 

Es Brahma, la criatura y la ilusión.

Es la forma múltiple, el espacio infinito. 

Es el aliento, la palabra, la idea.

Es lo limitado y lo ilimitado, 

y más allá de lo limitado y de lo ilimitado, 

es el Ser puro.

Es el espíritu inmanente en Brahma y en la criatura.

El Alma suprema se ve en el interior del alma.

El punto último se ve en el Alma suprema. 

Y en ese punto aún se reflejan las creaciones.

Kabir es bendito porque goza de esta visión suprema.






Poema 8

El vaso terrestre acuna las campiñas y los boscajes; en él se halla el Creador.

En ese vaso están los siete océanos

y las innumerables estrellas. 

Dentro están el artífice y su piedra de toque.

En él resuena la voz del Eterno, 

que hace surgir la primavera.


Kabir dice:

Óyeme, amigo mío: 

mi Señor bienamado se halla en ese vaso.



Poema 9

¿Cómo podría yo jamás pronunciar

 esas palabras misteriosas?

¿Cómo podría yo decir: 

Él no es como esto y es como aquello?

Si digo que Él está en mí, 


el universo se escandaliza de mis palabras.

Si digo que está fuera de mí, miento.

De los mundos internos y externos, 

Él hace una unidad indivisible.

Lo consciente y lo inconsciente 

son los taburetes de sus pies.

Ni se manifiesta ni se oculta; no es revelado ni irrevelado.

No hay palabras para decir lo que Él es.



Poema 10


Atrajiste mi corazón hacia ti, ¡oh Fakir! 

Me hallaba dormido en mi alcoba 

y tú me despertaste con tu impresionante voz, ¡oh Fakir!

Me hundía 

en las profundidades del océano de este mundo, 

y Tú me has salvado, sosteniéndome en tu brazo, 

¡oh Fakir!

Una sola palabra de Ti, no dos, 

y me liberas de todas las cadenas, ¡oh Fakir!


Kabir dice:

Has unido tu corazón a mi corazón, ¡oh Fakir!











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